Un representante de Coca-cola viaja hasta Australia para conocer la difusión del producto en el país y descubre un valle donde el consumo de la bebida es mínimo. La causa es que en ese valle hay un hombre que fabrica refrescos.

Ciudad de Sidney, en el año 1969. En esa época los bajos fondos eran algo atractivo, fresco, un mundo de ensueño para vividores y policías corruptos. La multitud de soldados americanos llegados hasta tierras australianas, procedentes de la guerra de Vietnam, habían convertido la ciudad en un gigantesco lupanar. En ese ambiente se moverá como pez en el agua nuestro protagonista: un hombre casado, acostumbrado a perseguir chicas, arriesgar en el juego y vivir al otro lado de la ley. Sin embargo la bonanza de la mafia local hará que los capos del hampa de Chicago decidan apropiarse de una parte de ese suculento pastel. Por eso hasta la ciudad se trasladará uno de sus secuaces más peligrosos.

A Lewis, un joven director de teatro aficionado, le ofrecen un trabajo en un programa gubernamental para la rehabilitación de pacientes con enfermedades mentales en una institución de Sydney. Su proyecto se ve invadido por uno de los pacientes que quiere montar la ópera Cosi Fan Tutte de Mozart a pesar de que ninguno de los pacientes sabe cantar y ninguno habla italiano. Se produce una comedia de errores, pero que une a los pacientes y a su director de formas inesperadas.

El capitán Starlight (Sam Neill) se ha convertido en una leyenda. Hace tiempo que dejó su Inglaterra natal y llegó a tierras australianas, donde lidera una banda de forajidos que se dedica a asaltar trenes, a robar ganado y a otra clase de fechorías. Starlight no es un bandido cualquiera, tiene clase y conserva los gustos y modales heredados de su origen noble.