Dejaron de ser chicos, pero todavía no son adultos. Son jóvenes que existen en aquel intervalo quilombero llamado adolescencia, en el que el corazón es más fuerte que la razón, pero más frágil que el silencio, en el que los amores eternos duran sólo un mes... O toda la vida.

Fue una historia fundamentalmente de mandatos familiares, de abandonos, una historia de amor, una de odios, una de pasión y una de tiros. Federico Falcone es el vértice de un triángulo amoroso que completan, Laura integrante de la brigada e hija de Pedro, amigo íntimo de Mario a la que Fede conoce desde chica, y Ana abogada de minoridad de perfil progresista que se desempeña en un hogar de chicos carenciados. Ana conoce a Fede y ambos quedan seducidos en ese encuentro mágico, pero pronto la abogada descubrirá que Fede no solo es policía sino además el hijo del hombre que fue responsable del encarcelamiento de su padre. Fede será su enemigo, y será una relación de amor y odio, relación que se pondrá en juego también a Roberta, hija del 22, y la lucha que llevará adelante Fede por su tenencia.